Una de las escuelas de pensamiento, en torno a la espiritualidad, que se han dado a conocer en el siglo XX es el llamado pensamiento tradicional o perennialismo. Su gran sistematizador ha sido el francés René Guenon, uno de los pensadores espirituales más profundos y también uno de los más polémicos del pasado siglo.
Guenon afirma la existencia de una Tradición Espiritual común a toda la humanidad, la Tradición Primordial, de la que el resto de tradiciones religiosas o espirituales son meras adaptaciones a tiempos y lugares diversos. Tradición, por lo tanto, perenne (de ahí denominación de perennialismo) que acompaña a la humanidad bajo el velo de las diversas tradiciones.
Según Guenon, estas tradiciones pueden ser una expresión directa de esta tradición primordial, es lo que considera tradiciones esotéricas (internas), iniciáticas o metafísicas, que intentan sacar al hombre de su visión exclusivamente dualista o individualista de la realidad llevándole a una experiencia de fusión con el principio transcendente, o bien, pueden presentarse adaptadas al modo humano de ver las cosas (dualista), siendo entonces tradiciones exotéricas o externas, que tienen una menor profundidad en su experiencia espiritual ya que no logran una experiencia del misterio transcendente más que desde la fe en unas creencias. Para Guenon la experiencia espiritual plena es la experiencia iniciática o esotérica, considerando que todo exoterismo o religión debe ir acompañado de un esoterismo para poder ser considerado una doctrina espiritual plena.
Guenon da a conocer ese punto de vista iniciático presente en muchas tradiciones y también rastrea su presencia en Occidente. Para Guenon en Occidente sólo existiría una doctrina iniciática en la actualidad, “el hermetismo” representado por las diversas corrientes masónicas, que, sin embargo, en gran medida habrían olvidado el sentido de sus símbolos. Considera Guenon que hoy el cristianismo es un mero exoterismo o religión y, por lo tanto, no ofrece una vía espiritual plena, ya que carece de esoterismo propio, es un camino basado simplemente en unas creencias sin superar la dimensión personal o individual (dualista).
Esta afirmación ha generado un vivo debate entre los propios seguidores de Guenon y, a la vez, interpela a cualquier cristiano interesado en una búsqueda espiritual auténtica. ¿El buscador espiritual serio ha de abandonar el cristianismo si quiere vivir la experiencia espiritual en plenitud?. De hecho, Guenon se hizo musulmán, participando de lo que consideraba la dimensión esotérica del islam, el sufismo. Y son muchos los buscadores occidentales que han dejado el cristianismo para encontrarse con las tradiciones orientales, que les parecen más profundas.
Aquí me gustaría hacer mi pequeña aportación al debate, careciendo de la suficiente cualificación para pretender corregir a los pensadores que han tratado este tema, simplemente a modo de reflexión personal, sin más autoridad que la que vosotros me queráis atribuir.
Exoterismo o religión.
Para exponer mi punto de vista, diferenciaré entre esoterismo, exoterismo y mística, intentando señalar las diferentes experiencias, perspectivas, métodos de trabajo espiritual y verdades que cada una de estas vías tiene, considerando que pueden darse las tres en una tradición espiritual, puesto que representan puntos de vista diferentes pero complementarios.
El exoterismo o punto de vista religioso, se basa en una perspectiva de la realidad dualista, la experiencia espiritual, por lo tanto, que subyace en él es una experiencia que diferencia siempre entre el principio transcendente y la criatura; para esta perspectiva es posible la relación entre ambos y la comunicación, pero nunca la fusión de uno y de otro. La Revelación es el dato fundamental, Dios ha revelado unas verdades (dogmas), una moral y se hace presente en unos ritos, así como en la oración personal que son la referencia necesaria para entrar en comunicación con él. Creer en esas verdades, conducirme según esa moral, celebrar esos ritos y practicar la oración son el camino, o la práctica espiritual fundamental. Se teme mucho el subjetivismo de la criatura, su camino para no errar es creer lo revelado y hacer lo prescrito dado que Dios es siempre un misterio que se me escapa y mi experiencia de él siempre es menos de lo que él es.
La experiencia religiosa es una experiencia siempre desde la separación con el misterio transcendente pero de comunicación con él a través de un camino comunitario probado como válido, al que me entrego desde la fe.
Desde este punto de vista, el exoterismo tiene una verdad que defender, evitar manipular subjetivamente a Dios para reducirlo a mi modo de ver las cosas, es decir, convertirlo en un ídolo y no en el verdadero Dios vivo más allá de mi subjetividad.
Es evidente que esta dimensión está muy presente en el cristianismo y para muchos es la única dimensión posible y válida del mismo. Es cierto lo que dice Guenon de que prácticamente para la mayoría de cristianos la única espiritualidad cristiana es ésta, una espiritualidad exotérica.
Esoterismo o Gnosis
El esoterismo representa otro punto de vista y se apoya en otra experiencia diferente. Su punto de vista intenta superar la dualidad, cree que la realidad va más allá de la visión meramente racional o conceptual, siempre dualista, y que es posible fusionarse en ese nivel supradualista y supramental con la Realidad transcendente. La verdadera experiencia espiritual es precisamente ésta de unificación y superación de la división Creador-criatura. La religión debe llevar a esta experiencia o es una mera creencia ideológica que no nos transforma en profundidad.
El esoterismo intenta ir más allá de la revelación, de toda revelación, a la experiencia que fundamenta esa revelación, considerando que hay un núcleo de experiencia que es el mismo en todas las revelaciones. Por eso, se dice en algunas vías con este punto de vista que “hay que matar a Buda” o “quemar las Escrituras”, no desde una perspectiva impía, sino intentando ir más allá de los conceptos a la experiencia.
El método de trabajo espiritual de estos grupos suele ser el simbolismo, trabajar con los símbolos va abriendo la mente a los niveles suprarracionales, poco a poco este trabajo se va simplificando hasta una experiencia más allá de todo concepto, de gran simplicidad, de unificación más allá de todo simbolismo o concepto, es la Iluminación o gnosis.
La vía esotérica, precisamente por trabajar con esas dimensiones supramentales, no es apta para todos, debe realizarse en grupos discretos y en ámbitos protegidos adecuados que eviten peligros diversos como caer en mentalidades irracionales o el “volarse” fuera de la realidad.
Un discípulo de Guenon, también gran pensador y hombre espiritual, Frithjof Schuon se separará de Guenon al considerar que el cristianismo es en realidad un esoterismo; por todas partes descubre esa visión esotérica que une a Dios y la criatura (Yo y el Padre somos uno dice Jesús) y considera que, si bien el cristianismo se ha exteriorizado y vulgarizado, en realidad su núcleo es básicamente esotérico. Para Schuon el cristianismo sería un esoterismo extendido que transmite la iniciación esotérica de forma virtual a todos.
Por supuesto, Schuon sigue considerando el esoterismo una experiencia común, núcleo de todas las religiones y más allá de ellas, aunque el cristianismo presentaría la peculiaridad de hacer accesible a todos este núcleo que, en la práctica, sólo unos pocos pueden actualizar.
Con este punto de vista, muchos de los discípulos de Schuon se mantendrán dentro del cristianismo, a diferencia de los guenonianos que tenderán a abrazar el islam.
Será uno de los seguidores de Schuon el que se separará de la visión genoniana y shuoniana, considerando que la visión del esoterismo de estos autores no era compatible con la fe cristiana. Se trata de Jean Borella, autor de un libro “esoterismo guenoniano y misterio cristiano”, en el que expone su idea de que el esoterismo guenoniano se considera por encima de la revelación cristiana y, por lo tanto, no es compatible con la fe cristiana que siempre tiene por centro esta revelación cristiana.
No admite la existencia de ese esoterismo guenoniano en el cristianismo (esoterismo formal), aunque cree que podría hablarse de una dimensión esotérica (esoterismo real), que se trataría de un hermenéutica espiritual de la Revelación, pero siempre sometida a ella. A eso es a lo que llama el Misterio Cristiano, para separarlo del esoterismo de Guenon o de Schuon. Los que quieren avanzar en el conocimiento del misterio (esoterismo real) cristiano deben por tanto, profundizar en la Escritura y la Tradición, descubriendo sus dimensiones más espirituales, pero nunca pretendiendo ir más allá de ellas.
Será otro schuoniano, Jean Marc Vivenza, quien aclare cómo el esoterismo busca siempre ir más allá de la Revelación a la experiencia que la sustenta; sin romper con las Escrituras, va más allá de ellas y las confirma con su experiencia. Por lo tanto, El Misterio de Borella no sería propiamente un esoterismo, sigue dentro de la visión religiosa y dualista, si bien es una llamada loable a profundizar en ella al máximo, sin llegar a sobrepasar lo mental y dualista.
Por otra vía, por tanto, Borella sigue considerando al cristianismo un exoterismo como hacía Guenon, si bien, Borella niega el valor del esoterismo y lo considera un gnosticismo anticristiano, mientras que para Guenon el esoterismo era el objetivo final de toda tradición espiritual completa.
La Mística o el Monacato.
No considero que ninguna de estas posturas agote el debate en torno a los niveles de profundidad de una tradición espiritual, ni explique la naturaleza del cristianismo.
Creo que hay que hablar de otro nivel espiritual, la mística, que integraría y transcendería los niveles anteriores. Por mística no me refiero al misticismo, una experiencia que no supera el ámbito del dualismo religioso, basada fundamentalmente en la afectividad y el subjetivismo religioso.
La experiencia que sustenta la mística a la que me refiero es la experiencia trinitaria o no dualista, aquella que Panikkar considera el núcleo de toda religión o tradición espiritual auténtica. Esta experiencia es una experiencia de comunión en la pluralidad o de unión total con el principio transcendente sin perder a la vez la propia identidad, sería el último momento del recorrido espiritual, cuando tras la Iluminación (fusión con la transcendencia) volvemos a la realidad concreta, histórica con los ojos transformados por lo vivido y siendo transformadores de esa realidad.
La Mística, por lo tanto, integra la experiencia dualista y monista del exoterismo y del esoterismo, yendo a su vez más allá de ellos. La Mística no considera la Iluminación como la meta final, sino la transformación de la realidad secular vista ahora como sagrada, la transformación de esa realidad será el lugar por excelencia donde se vivirá la experiencia espiritual, en especial, la liberación y compasión con los aspectos más “pobres” o “feos” de esa realidad supuestamente profana para el ego y sagrada para el místico.
La mística va más allá de la revelación, sabiendo que hay un núcleo común de experiencia pero también reconoce algo único en cada Tradición, vive su identidad como camino hacia la universalidad y lo universal en lo concreto. Por eso confirma la revelación a la que pertenece y el valor único que ésta posee. Unidad y pluralidad, identidad y universalidad no se contradicen, son dos caras de una misma realidad. La meta no sería el Nirvana (Unificación suprahistorica ), sino descubrir que samsara es Nirvana y Nirvana Samsara, lo histórico y lo transcendente son dos caras de una misma realidad, están totalmente unidos sin ser lo mismo.
La Mística supera e integra el dualismo religioso y el monismo esotérico, descubriendo a su vez el valor de ambas vías. Unidad y pluralidad no pueden reducirse la una a la otra ni separarse.
Desde este punto de vista, el cristianismo es ante todo una mística, como toda tradición completa (Panikkar nos dice que esta visión trinitaria de la mística está en el fondo de toda Tradición), así el teólogo Metz lo llama una mística política, en el sentido de que toda mística auténtica se compromete con el mundo, en especial, con los más pobres y necesitados. Esto es lo que en Císter se expresó bajo la idea de la Pobreza fecunda: la experiencia siempre nos conduce a lo más pobre, lo más feo, lo más sencillo como lo más valioso, donde más se transparenta el misterio cuando lo acogemos y ayudamos a esas realidades a acogerse y transformarse.
El Místico no se separa de la religión, pero intenta vivir la experiencia que se esconde en sus dogmas y ritos, yendo más allá de los conceptos e imágenes de los mismos. El místico también tiene por objeto la fusión con la divinidad, pero no es la meta final. Por eso, desde una perspectiva mística es posible admitir la existencia de un esoterismo cristiano, instituciones como la masonería o el martinismo lo atestiguan, pero no considerar al esoterismo el núcleo central de la religión. Ese núcleo es la Mística, que por su naturaleza es a la vez común en todas las tradiciones y, a la vez, diferente ya que cada una expresa determinadas verdades o experiencias de un modo único y propio.
El trabajo propio de la vía mística comienza en lo que aparece como el final del esoterismo, comienza en las prácticas meditativas más allá de los conceptos y las palabras, pero termina llevando a la Vida comprometida y cotidiana como camino y praxis fundamental. La Contemplación lleva a la praxis transformadora de la historia, de la sociedad y de la propia vida. La vida sencilla es la última praxis espiritual que a cada uno le toca realizar; vivida desde la experiencia de la transcendencia y la compasión y el compromiso con el otro, ésta es la experiencia y la praxis final.
El místico viviría también la experiencia de iluminación igual que el seguidor de la vía esotérica, pero no se quedaría en la iluminación, iría más allá de la iluminación a la experiencia trinitaria, de comunión con Dios, el cosmos y el hombre. Es un camino abierto a todos, a diferencia del esoterismo siempre practicado en grupos discretos y cerrados que guían el proceso espiritual. Pero en la práctica, por lo simplificado de su método fundamental (oración de silencio y contemplativa, compromiso solidario) muchos no pueden o no quieren seguir este camino. En cualquier caso, el místico también necesita un maestro-acompañante en su camino y vivir una dimensión comunitaria en su vida (aunque sea un eremita).
En definitiva, en el cristianismo, como en cualquier tradición auténtica podemos encontrar una dimensión exotérica más superficial (exoterismo guenoniano) o más profunda (Misterio Borelliano),una dimensión esotérica (esoterismo guenoniano o schuoniano), y una dimensión mística, la más profunda, el verdadero núcleo de la Tradición. La institución eclesial (exoterismo), la masonería (esoterismo) o el monacato (mística) representarían, a nivel institucional, la existencia de cada una de estas dimensiones en el cristianismo.