viernes, 7 de enero de 2011

La mística y el esoterismo, fuentes del nuevo paradigma ecuménico


Desde muchos ámbitos se habla de que estamos viviendo un cambio de época, que está naciendo una nueva conciencia en la humanidad. Pero no todos los que defienden o intuyen esta realidad lo hacen desde las mismas perspectivas, hay mucha confusión en nuestro mundo y para algunos estas ideas son un caldo de cultivo para generar más desorden, sobre todo en el ámbito espiritual y social.

No estoy de acuerdo con aquellos que creen que vamos hacia una sociedad puramente racionalista y científica (si es que todavía hay gente que cree esto) ni con los que creen que el futuro será el de una sociedad ecléctica, fluida, en la que todo se mezcle en una confusión carente de referencias y de sentido.

Pienso que vamos a un nuevo orden, a una nueva manera de vivir, más flexible en muchos aspectos pero con referencias y valores, referencias nuevas proporcionadas por un modo nuevo de vivir la espiritualidad, y valores nacidos y orientados hacia la experiencia espiritual como único modo de alcanzar una sociedad justa y libre.


Creo que uno de los signos más significativos de esa nueva conciencia es la actual sensibilidad ecuménica. Esta sensibilidad es fruto, por un lado, de un renacer del interés por la espiritualidad, pero por otro, de un rechazo del dogmatismo y el exclusivismo de las religiones tradicionales.


Pienso que el ecumenismo es una formidable “vía” para conseguir ese orden nuevo y más humano, siempre que no lo ahoguemos (por el rechazo de laicistas radicales o fundamentalistas) ni lo convirtamos en un “caballo de Troya” que destruya las tradiciones espirituales, al mezclarlas de modo subjetivo y arbitrario.


Para evitar esto, creo que el ecumenismo debería alimentarse de dos fuerzas espirituales que lo nutran de espiritualidad equilibrada: el esoterismo y la mística.


Por esoterismo no entiendo la confusión que hoy encontramos bajo ese nombre, sino el movimiento espiritual que se articula en las diversas organizaciones que perviven en cada tradición y que se consideran herederas de la Tradición Primordial, la tradición anterior a la “caída”, es decir, a la ruptura con la naturaleza profunda o espiritual de hombre, tras el desarrollo de la conciencia racionalista y egoica. Fruto de esa “caída” es el desarrollo de un cuerpo doctrinal, simbólico, normativo dirigido al hombre racional, que constituye lo que hoy llamamos la religión o exoterismo. El esoterismo trata de ir más allá de la religión, del Exoterismo, a la experiencia espiritual anterior a esa división.

Este esoterismo tradicional es una enseñanza que va más allá de las particularidades de cada Tradición, abriendo al hombre a la experiencia espiritual que está más allá de razonamientos, conceptos o sentimientos. El esoterismo es el encargado de descubrir al hombre “caído” la riqueza espiritual que esconde el cosmos y la propia humanidad, llevándole más allá de la propia realidad formal y material, a una realidad inefable, suprarracional y suprapersonal, que ninguna religión puede monopolizar.


Sin esoterismo, el ecumenismo es un puro discurso cuando no una estrategia con fines interesados. Pero un ecumenismo puramente esotérico puede ser un verdadero peligro para las religiones, haciendo creer a algunos que todas las religiones son iguales y llevándoles a promover un sincretismo subjetivo, a la carta, que en realidad no nace de la apertura a una experiencia más allá del ego, sino de la incapacidad de salir del propio ego y entregarse a lo que nos supera.


Por eso, el esoterismo debe estar matizado por lo que los cristianos llamamos mística y que en otros pueblos es la dimensión monástica, el monacato. La experiencia monástica vive la experiencia esotérica en su propia tradición actual, presente, concreta, “exotérica”, posterior a la caída en el ego.

No huye del mundo de la limitación sino que vive lo transcendente en lo limitado, descubriendo el carácter inefable también de lo concreto e individual, manifestación única e irrepetible de lo transcendente. El monacato o la mística integra y transciende la división entre esoterismo y exoterismo.


Para el místico, su tradición es única, aporta una experiencia colectiva única, que ninguna otra puede aportar, y a la vez, sabe que hay una realidad que supera y fundamenta a todas las tradiciones. El místico sabe que no debe quedar atrapado en el mundo de las cosas concretas ni en el mundo transcendente, debe vivir la transcendencia en el tiempo y el tiempo en la eternidad. Por eso, el místico une respetando la pluralidad, se interesa por lo concreto, por lo material, por la transformación de la historia y del mundo, por las pequeñas cosas cotidianas, viendo la transcendencia que ellas manifiestan de un modo único e insustituible.

Ser capaces de vivir esta mentalidad pluralista y transcendente creo que es la única manera de construir un ecumenismo que fundamente un mundo plural y fraterno a la vez. Un ecumenismo que respete cada tradición y a la vez, sepa que hay una realidad que las supera y las fundamenta.


Los cristianos, para ello, necesitamos recuperar la dimensión esotérica y mística de nuestra tradición. Quizá esto asuste a algunos cristianos que desconocen la existencia de un esoterismo cristiano legítimo y ortodoxo, representado hoy por ciertos ámbitos vinculados a la masonería tradicional y cristiana o al martinismo. Y posiblemente también desconcierte a ciertos esoteristas que absolutizan la visión guenoniana, que considera a la mística algo “inferior” al esoterismo. Pero creo que sólo dando a conocer, en especial a los cristianos, la importancia de estas fuentes de espiritualidad y la adecuada relación entre ellas (es decir, que la mística o monacato es más integral y completo que el esoterismo, como muy bien estaba reflejado en la Edad Media con la “supeditación” de la orden del temple al monacato cisterciense, sin perder la autonomía mutua) es posible ayudar a construir esa nueva sociedad y cultura que hoy presienten muchos, mediante la colaboración de aquellos que se sitúan en ambos ámbitos: el monástico-místico y el esotérico.

2 comentarios:

  1. muy bueno este estudio sobre el esoterismo cristiano, he estado en retiros con los monjes del Císter y es tal cual se menciona aquí.
    fraternalmente,
    Mary Su

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  2. Santa Teresa decía que los místicos cristianos se imaginaban su camino hacia el éxtasis o experiencia de trascendencia como una escalera al cielo que se debía remontar paso a paso. Esta escala de la perfección, tenía tres estados principales; el primero se llamaba la vida purgativa, el segundo la vida iluminativa y el tercero la vida unitiva, que representaba el estado de la perfecta contemplación. La vida purgativa necesita lógicamente una autodisciplina o ascetismo, ya que requiere del aislamiento de las cosas de este mundo para interiorizarse y auscultarse, haciendo un examen de conciencia identificando nuestros defectos o rasgos negativos que son la causa de nuestros pecados, para extinguirlos practicando las virtudes opuestas a nuestros defectos, hasta lograr el perfil de humanidad perfecta. Al iniciar nuestro conocimiento interior experimentamos psíquicamente vivencias perturbadoras a medida que profundizamos en la oscuridad de los laberintos de la mente, que nos obligan a asirnos fuertemente de la mano de Cristo para encontrar la salida. Hay ocasiones en que inesperadamente emerge el fenómeno espiritual de la transformación humana que da lugar a la extinción del ego viejo o muerte mística, mediante un doloroso proceso psíquico que nos lleva a deambular por la noche oscura donde no paramos de sufrir hasta eliminar todo apego, mordaza, dualismo, que nos impedían liberarnos de los viejos parámetros que condicionaban nuestra vieja forma de ser o automatismos previamente adquiridos que nos impulsaban sin darnos cuenta, e impedían al ego nuevo renacer de sus cenizas, para dejar de sufrir creciendo espiritualmente hasta alcanzar la quietud de la mente en las turbulencias de la vida o paz interior antesala de la iluminación. Vida iluminativa necesaria para experimentar psíquicamente las vivencias que nos dan la respuesta de nuestra estructura interna a nuestros cuestionamientos y problemáticas intensas. La vida unitiva o éxtasis místico, no sólo es la meta, sino el fruto sagrado de la disciplina remota necesaria para inducir el éxtasis místico, donde a través de nuestro espíritu experimentamos la común unión de todos los seres y todas las cosas existentes en el universo existencial, manifestado e in-manifestado. Intimidad abismal profunda que nos revela el contenido de los arcanos que dan respuesta a nuestros interrogantes existenciales, de la cual emergemos transformados con los rasgos de una personalidad empática integralmente relacionada con nuestro entorno existencial que nos impulsa a servir a los demás al experimentar en carne propia el dolor ajeno sin que podamos evitarlo. http://es.scribd.com/doc/17142700/EL-SINCRETISMO-UNIVERSAL-DEL-CRISTIANISMO-LAICO

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